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Hada

Cipres

 El Ciprés, por su aspecto majestuoso y su gran longevidad (árbol perenne, siempre verde), es considerado árbol sagrado por muchas culturas de la antigüedad. Según la leyenda Apolo transformó en Ciprés al pastor Ciprieses, Kyparissos o Ciparis, porque mató involuntariamente, a un ciervo que tenia en gran estima y estaba completamente desolado. Del nombre de este pastor, deriva el nombre actual del árbol. Los nombres Catalán y Gallego derivan de esta misma raíz; no así el nombre en Eusquera (guazugats) que significa "árbol de la noche", supuestamente relacionado con el mundo de las tinieblas.

La adoración al Sol que profesaron los iranios sirvió para difundir este árbol hacia el oeste. La forma de su copa elevada hacia el cielo, hermanó al ciprés con el Sol; y simbolizó la unión entre el Cielo y la Tierra. Pues al igual que su copa se alza hacia el cielo (la morada de los dioses), sus raíces descienden profundamente hacia el centro de la Tierra (antiguamente el inframundo). En la religión de los Zendas se consideró al Ciprés símbolo del fuego sagrado. Y por esta razón, en Irán, figuró en la entrada de los templos y en los patios de los palacios.

Con la conquista asirio-babilonia el Ciprés llegó a los pueblos ocupados por los arameos y cananeos, al Líbano y después a Chipre, donde se le consideró también un árbol sagrado (de ahí el nombre de esta isla).

La madera de Ciprés, dura y aromática, de olor agradable cuando se quema; se tuvo por incorruptible. Para Plutarco, la madera de Ciprés debía servir para plasmar en ella todas las leyes; porque al considerarse su madera incorruptible, permanecerían para siempre. Los fenicios construían sus embarcaciones con madera de Ciprés; y los egipcios la utilizaron para confeccionar sus sarcófagos. Los griegos y los romanos, emplearon la madera de Ciprés para confeccionar las puertas de sus templos, tallar las tablas recordatorias, fabricar ataúdes, imágenes, etc..

Por su gran longevidad (puede vivir más de 500 años), se le asocia con la muerte y la eternidad. Desde antiguo en Italia el Ciprés simbolizó el luto y el dolor por los difuntos. En la época de Augusto, se utilizaba la madera de Ciprés en los altares de sacrificios y las piras. Los sepulcros de los mandatarios, aparecen plantados con profusión de estos árboles, por su follaje persistente, que evoca la inmortalidad y la resurrección. La mejor representación del Ciprés como albor de la muerte o de los muertos, aparece en los cementerios, donde estos árboles abundan.

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Debe tenerse en cuenta que el carácter funerario del Ciprés data de la época griega, aunque estos, como se sabe, lo tomaron de otros pueblos mas antiguos. Entre los griegos, el Ciprés se tomó como uno de los atributos de Hades (Plutón para los romanos) y otras divinidades de los abismos infernales. Hades o Plutón, cuarta divinidad de la generación de los olimpos, señor del mundo subterráneo y guardián de los muertos, tenia como atributo al Ciprés. Los sacerdotes de Plutón adornaban sus vestiduras con ramas y hojas de Ciprés, haciendo también las coronas de las víctimas de los sacrificios. Etruscos y veroneses adornaron las lámparas funerarias con guirnaldas de Ciprés.

El Ciprés también estuvo consagrado a Esculapio, o Asclepio en la cultura griega (dios de la medicina), pues un templo dedicado a este dios, cerca de Sicione, estaba rodeado de Cipreses. A causa de su virtud de repeler hechizos malignos, también se usaron como cercados (en la actualidad se utiliza como seto por su buen follaje).

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En el mundo de la brujería, el Ciprés también simbolizó a la muerte. Por esta razón, se asoció a la mala suerte. La madera de este árbol, sirvió para elaborar la mesa triangular empleada en determinadas operaciones de magia negra; y también en la imprecación de los "responsos al revés" y otros ritos de la misma naturaleza. El Ciprés se convirtió en un árbol maldito, y maldita resultaba también su sombra y hasta su fragancia. La madera de Ciprés se quemaba en las hogueras de los brujos, junto a otras hierbas y drogas, para invocar a los elementales. Su resina sirvió para incontables rituales mágicos.

Para los alquimistas, el Ciprés simbolizó la inmortalidad del alma y se tenia por cierto que sus virtudes espirituales se transmitían a quien oraba o meditaba bajo su sombra. Con el paso de los siglo, estas creencias y supersticiones, pasaron al cristianismo, y el Ciprés se convirtió también para los cristianos, en símbolo de la muerte; de ahí que los Cipreses presidan los cementerios. Al sostén de esta tradición, ha contribuido en gran medida el hecho de considerar que la cruz donde murió Cristo, era de madera de Ciprés.

En Japón, una de las maderas más usadas en los ritos del shinto es una variedad del Ciprés, el Hinoki. Se utiliza en la fabricación de diversos instrumentos, como el shaku (cetro) de los sacerdotes; y sobre todo, es de destacar que el fuego ritual se enciende por frotamiento de dos trozos de hinoki. Esta madera es igualmente la que sirve para la construcción de los templos, como el de Isé. En esta cultura milenaria se puede ver con claridad, la valoración de este árbol por sus cualidades de incorruptibilidad y pureza.

En la China antigua, el consumo de las semillas del ciprés procuraba longevidad, pues eran ricas en sustancia yang. Dice Chuang-tse (c. 28): "Las heladas del invierno, no hacen sino resaltar con mayor esplendor la fuerza de resistencia del ciprés, al que no consiguen despojar de sus hojas."

En heráldica, simboliza elevados y nobles sentimientos.

 

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